Por Eduardo Corona
Para nadie es un secreto cómo es que las
grandes marcas internacionales y corporativos globales se han enriquecido con
la pobreza de los seres humanos menos afortunados.
Los costos de producción, por ejemplo, de unos tenis
de cierta marca no rebasan los 5 dólares Americanos, mientras que ya puestos en
los escaparates estadounidenses rebasan los 100 dólares. Y la cosa se pone peor si se exportan estos
tenis a nuestro querido México, se venden hasta en 250 dólares…
Los productores de estos bienes ganan alrededor
de 2 dólares al día… o menos, y el mínimo en
nuestro país no canta mal las rancheras…
Para quien puede comprar estos tenis en México,
eso simboliza; status, bienestar (?). Es oneroso, pero eso es lo mejor, no
“cualquier pelado” tiene acceso a ello, son productos que sólo unos cuantos
“privilegiados” pueden consumir. Y es
que una de las grandes áreas de explotación del marketing es producir un
complejo de inferioridad en el consumidor, para después aliviarle los complejos
con marcas, entre mayor sea la falta de autoestima, mayor es la satisfacción en
el consumo de ellas, es un espiral de marketing emocional que nos hunde en el
desprecio total de nuestras raíces culturales para después redimirnos con el
consumo irracional y de este modo, parecernos un poco más a los
victoriosossiempreexitososredentoresdelmundo norteamericanos.
Así ha estado funcionando el marketing
emocional por ya varias generaciones a través de la iglesia, de la TV etc. Basta ver
cómo el “Chavo del 8” nos entrenó emocionalmente para SENTIRNOS estúpidos y
pobres irremediablemente; a solucionar nuestros problemas escondiéndonos en un barril,
y a vender cualquier cosa; la dignidad, la familia, la patria, por una torta de jamón.
Y para dejar de ser ese “fracaso” de ser
humano, vengan las marcas, unos buenos tenis me quitan lo pobre, lo estúpido y
lo cobarde. No importa si para consumirlos, junto con el resto de las marcas,
tengo que hacer “tranzas”, robar, engañar o hasta matar… lo importante es dejar
de ser ese peladito.
En este contexto los valores de educación,
moral y solidaridad son vistos como un defecto. La televisión nos susurra
quedamente al oído: “los valores no te van a sacar de ‘perico perro’”. Eso es
lo que nos ha traído hasta este punto de descomposición social, económica y política,
pero sobretodo a esta podredumbre espiritual.
Y aún peor, volviendo al caso, ¿es justo el
sueldo para el niño-esclavo de estos tenis en México o en Honduras? ¿Es justo
para el consumidor de estos tenis en México o en Honduras, o incluso en los
Estados Unidos? Algo anda mal en nuestra psique, si permitimos que el sistema
siga chupando los recursos humanos del esclavizado productor, por un lado, y
empuje a la criminalidad de una grupo social con tal de obtener estos
paliativos de los complejos de inferioridad, por el otro.
Estábamos escribiendo acerca de unos tenis… ¿quieres
hablar del Mercado de bienes raíces? ¿Qué tal del Mercado de divisas? ¿Y las
guerras? ¿Quién gana y quién pierde con ellas?
No es un secreto que para “rescatar” de la
pobreza el FMI exija a los países “desinversión” social, detener el
“proteccionismo” a los productores nacionales, globalizarse y proteger a la
banca a toda costa, llevan 30 años aplicando esta fórmula que sólo ha sacado de
la pobreza a las oligarquías nacionales y a la criminal clase política, pero al
país, al pueblo, a decir verdad, sólo ha empobrecido hasta el grado de
empujarlo a la criminalidad… y ahora se comercia con sangre para acceder a una
sopa instantánea…
¿No será que todo esto es una gran patraña? Y
que el marketing trabaja en nuestras consciencias, como el FMI en los
politicos? Nos espantan con el petate del muerto: Si no consumes esta marca
vas a parecer “muertodehambre” y si sigues “malgastando” en programas sociales
te vas a “morir de hambre” sin prestamos para que sigas alimentando a tu
malnacida clase política… parece que todo es marketing en esta vida… desde que
nos convencieron de cambiar oro por espejos hasta la desregulación de la producción
nacional, pasando por el consumo de marcas.
Ese es el camino que ha seguido la Gran Patraña para robarnos nuestros
sueños y esperanzas, y dejarnos sin futuro.
Ahora que sabemos el camino sólo hay que
invertir el proceso, andarlo a la inversa, crear una invencible autoestima, con
fuertes lazos comunitarios, cooperativas locales y micro empresas solidarias…
ni siquiera hay que apagar la tele… solo cámbiarle de canal: nuestra debilidad
es nuestra fuerza y nuestra pequeñez nuestra grandeza.
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