Por Eduardo Corona.
Desde
principios de la década de los cuarenta se dieron cuenta en las esferas del
poder y del dinero, que el uso de medios masivos de comunicación era una
ponderosa arma de proselitismo político, hubo acuerdos y mucho agradecimiento
gubernamental a la naciente industria de las telecomunicaciones, en esa entonces
representada por la radio. Al amparo de
lenoninos contratos de venta de espacios con el gobierno todos ganaban; el
empresario, el alto burócrata encargado de la negociación, que por supuesto se
llevaba sus comisiones por el sobrevaluo de los servicios, el gobierno que
ganaba en prosélitos y el pueblo que ganaba en entretenimiento. Una ecuación perfecta.
Con el paso
del tiempo, los empresarios se volvieron más ambiciosos, los burócratas más
corruptos, el gobierno más inepto, y el pueblo más maleable. Y comenzó la degradación. Casi sin quererlo, los empresarios de los
medios encontraron una mina de oro: ganar dinero manipulando y al mismo tiempo, gracias a esa lucrativa actividad, crear una base de consumidores cautivos de
la idiotez mediática y ciudadanos sumisos al régimen. Fue la primer generación del: “para qué votar
por otros si ya sabemos que va a ganar el PRI” o “no te metas en problemas,
cada quien que arregle sus asuntos”.
Así
solidaridad, civismo, honestidad y otros
valores fueron tratados como defectos de carácter; la sociedad hacia escarnio
de los que ostentaran tener valores cívicos.
En aquel tiempo sólo había burlas, pero el proceso de descomposición
continuó bastante consistente y con impresionantes aceleraciones
temporales. Hasta que llegamos a nuestro
tiempo; ya son 3 o 4 generaciones entrenadas emocionalmente para ceder
totalmente el poder a políticos cada vez más estúpidos. Obviamente la sucesión presidencial
sería designada en función de los crímenes cometidos por el rey saliente. Así
el delfín debe ser cada vez mas estúpido (ver la curva imaginaria de estupidez de
Miguel Alemán a EPN) y el pueblo permanece cada vez mas idiotizado frente a
estos medios tradicionales y traicioneros de comunicación.
Pero vino
el internet, del 1.0 pasamos al 2.0 y ahora en la era del 3.0 las redes
sociales han democratizado la información, antes en poder de la oligarquía. Las noticias fluyen con una velocidad increíble,
algunas exageraciones se cuelan pero en general son una excelente herramienta
para la organización y la formación de opinión independiente. Movimientos políticos enteros han
cristalizado a la sombra de estas redes sociales, y los gobiernos entre
asustados y violentos, no atinan sino a amenazar y reprimir a los usuarios de
medios sociales, lo que incrementa la adición de nuevos usuarios y la
desconfianza a los medios tradicionales.
Pero de a
apoco se empiezan a estabilizar las esferas de poder: El espionaje de los
gobiernos y complicidad de los monstruos del internet es otra herencia del
marketing 3.0, los gobiernos ya aprendieron a hacer búsquedas optimizadas de
palabras clave; en base a la navegación personal se puede recrear, con bastante
certeza, el perfil ideológico de los usuarios.
Y esto desencadenará en un nuevo esfuerzo mediático de manipulación. Mientras el gobierno se mantenga reprimiendo
a los usuarios el peligro será personal y habrá forma de enfrentarlo, pero
cuando el gobierno use nuestro perfil ideológico para lanzar su nueva ofensiva
de manipulación con el marketing emocional será la muerte de la honestidad en
los medios sociales. Y no falta mucho.