Trabalenguas:
Hace algún
tiempo bromeaba con un entrañable amigo acerca de las conspiraciones. Decía yo que la teoría de la conspiración, es
una conspiración creada por los acusados de conspirar contra el mundo en un
intento de hacer creer a la gente que hay una conspiración, donde lo que existe
es solo una tendencia.
Complicado ¿no?
A lo que me
refería en esa ocasión es a la explotación de las creencias; siempre hay una
desmesurada ganancia en la capitalización de las creencias. Para muestra veamos la increíble riqueza
amasada por las iglesias desde el mero principio de la civilización. Su poder
político y social para imponer y derrocar monarquías.
Pero el
demonio del conocimiento se apoderó del mundo, cual la dichosa manzana de Eva, y
las religiones cayeron en descrédito para algún sector de la población. Entonces se inventó la propaganda política. Para esa masa que salía de la ingenuidad
religiosa y se metió a la creencia de que los asesinos y depredadores estaban para
defenderla del asesinato y la depredación, siempre y cuando mantuvieran los
instintos satisfechos de aquellos criminales.
Entonces el estado y las fronteras de volvieron una formidable máquina
agresiva de asesinato y depredación con la aprobación de las victimas.
Pero el
mundo avanza, pasamos del papa, al rey, al presidente… del infierno, a la
justicia, a la soberanía. Y aún más: pasamos de los sacrificios humanos, a los
ajusticiamientos, a las prisiones… con un ligero toque de tradición verbal,
justificación papal y televisión. A fin
de cuentas esas herramientas siguen trabajando igual. Adormecen a la chusma,
manipulan a la masa, marcan el camino del partido. Y disminuyen completamente
el espíritu libre y crítico que es nuestra principal ventaja sobre los
animales. El análisis crítico del
entorno.
Aquel que
deja de hacer análisis comparativos de su universo pierde una buena porción de
humanidad, se convierte en un ser animado pero descerebrado. El pensamiento apenas le alcanza para admirar
a la Gaviota o votar por Macri o Donald Trump.
Ese es la
principal función de las fábulas religiosas o estatales. Ese es el fin principal de la mercadotecnia.
Hacer que el cliente bloqueé sus avenidas neuronales con las que analiza el
entorno para solamente recibir como información ordenes disfrazadas de
catecismo, constitución o estatutos. Y funciona muy bien. El caso es que esta técnica no es una decisión
de una pandilla de monstruos ultra humanos, cuyas habilidades van más allá del
resto de la humanidad.
Se crea una
tendencia cuando el vecino ve como el terrateniente de al lado logra controlar a
sus siervos a base de cuentos religiosos y telenoveleros. Y hace lo propio con sus siervos. Más cuentos y más fábulas amenazantes para
saturar las avenidas cerebrales donde por cuestiones de tráfico ya no puede
circular otro tipo de ideas. Esa es la tendencia. Hacer creer a la gente que hay una
conspiración para desanimarla y no intente liberar el tráfico de ideas
creativas y analíticas.
Se premia
con una palmadita en la espalda al esclavo que admira a sus verdugos. Mientras se reprime a aquel que lucha por su
libertad no solo con la agresión física sistemática, sino con otra aún más
peligrosa: el hacerles creer que hay una conspiración tejida por deidades
demoniacas cuyas capacidades son sobre humanas.
No existe el cerebro plus ultra y la dominación monetaria y mediática es
una tendencia. Cualquiera la puede
romper, cualquiera puede llegar… Solo es cosa de sacar los estorbos
publicitarios (Hollywood y el Vaticano) del cerebro y sustituirlo siempre con la pregunta ¿Por qué?