Con todo respeto y admiración para los parientes y amigos que me honran con su compañía en el ciberespacio.
Por Eduardo Corona
Cerramos un año más.
Los mexicanos de la diáspora celebramos como podemos: cocinamos nuestros
platos tradicionales, hacemos llamadas internacionales, abarrotamos las redes
sociales. Los que tienen la suerte de tener a su familia, o al menos parte de
ella, se abrazan a la cultura de los fuertes lazos familiares. Otros menos
afortunados evocan sus tiempos felices en casa a través de una conversación
cibernetica, telefónica o epistolar.
Es la epoca que la mercadotécnia explota una de sus más
valiosas herramientas: El "marketing" emocional. Y emocionales, como somos los Méxicanos, todo nos llega al corazón;
somos un corazón henchido de amor los días que dura nuestro peregrinar
decembrino que ya hasta tiene nombre: Guadalupe Reyes, que empezó como un mal
chiste callejero, se volvió obligatorio en centros laborales y escuelas, y de ser un
cínico mal chiste pasó a ser nuestra fecha oficial de demostración de amor y buenos
deseos.
Y qué mejor manera de demostrar nuestra bondad que desviviendonos por comprar regalos, de cualquier tipo y
clase, para todo lo que sea, parezca o refleje la familia que extrañamos,
el consumo es desorbitante, pero para eso “andamos hasta acá”, para eso los
dejamos allá o nos los trajimos, para vivir mejor, para comprar todo lo que
veíamos que se compraban los más “pudientes”, se veían tan felices, o quizá, consumimos
todo lo que tuvimos que dejar de comprar cuando las políticas del FMI
comenzaron a destrozar la clase media: compramos y compramos, y eso nos hace sentir tan bien; nos hace sentir “pudientes”, nos hace sentir que no hemos dejado de pertenecer
a la clase que nos enseñó a consumir en estas fechas.
Detrás de este “marketing” emocional está escondida la explotación de la nostalgia y de la autoestima. Consumimos para volver a ser, o para alcanzar
lo que queríamos ser y que el feroz neoliberalismo nos obstaculizó. Ese intento
de sentirnos lo que no somos durante el resto del año a
través de las compras refleja una baja autoestima. El bombardeo comercial nos dice que si no
compramos somos malos o estúpidos, que si no consumimos ciertas marcas podemos
considerarnos un rotundo fracaso, un perdedor. Especialmente en estas fechas, que se
habla de bondad, amor, amistad, paz, etc., nuestro valor está dado por lo que
consumimos, y no por la bondad, amor, amistad, paz, etc.
¡Vaya contradicción! Consumimos para recuperar la autoestima
que el monstruoso sistema neoliberal nos arrebató, y con ello lo fortalecemos.
Y aun peor, consumimos para demostrar nuestra bondad, amor, amistad, etc.
porque esas virtudes no tienen ningún valor si no van acompañanadas de un buen
obsequio. Por cierto entre más cara la marca que regalamos, más virtudes
demostramos…
Totalmente de acuerdo contigo, esta sociedad nos ha llevado a consumir marcas para sentir que tenemos status, para sentir que somos valiosos, cuando el verdadero valor esta dentro de nosotros. Gracias genial artículo.
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