lunes, 21 de enero de 2013

El Producto Chatarra de la Tele: EPN


El producto chatarra de la televisión: EPN

La tragicómica ignorancia de Enrique Peña Nieto ha vuelto una especie de deporte nacional el reír a sus costillas, como de cualquier otro presidente de México, solo que ahora, los chistes e insultos son plenamente conocidos por el destinatario de las burlas y su familia a través de los medios sociales.  Sólo basta recordar a la contestataria Paulina Peña insultando a los tuiteros, llamándoles “prole” y “pendejos”. Epítetos por demás clasistas.

Y es que verdaderamente, el flamante presidente de nuestro querido México es un anatema político y académico; no ha leído, no sabe de personajes históricos como Benito Juárez, no conoce las instituciones que preside, no habla ni jota de inglés, sus discursos se notan mal ensayados, necesita telepromter para los más mínimos eventos. Cuando se equivoca no sabe salir del error con retórica triunfante, se detiene en medio de los mensajes, busca apoyo en sus subalternos, titubea, tartamudea, se derrumba.

Supuestamente, la clase media, esa gran masa diversa con cierto nivel de educación y de ingreso, debería llevar la puntera en cuanto a la crítica y la fiscalización de la clase política.  Pero no es así, pareciera que la clase media sueña con pertenecer algún día a la clase política que la depauperó.  Que le canceló todas sus conquistas laborales,  que con tal de mantener su nivel de corrupción ha vendido paraestatales a los monopolios, el gobierno al crimen organizado, la seguridad a la delincuencia y  la sangre de miles de inocentes al narcotráfico.

A Peña Nieto se le acusa de ser un producto de las televisoras, es decir un producto chatarra, y es cierto.  La industria de la televisión se ha encargado de programar a su audiencia con un modelo mercantil ignorante de las características culturales de su consumidor. Para encajar en este modelo la clase media tiene que soñar con ser norteamericana, tiene que despreciarse a si misma, su color de piel, su historia y su cultura e imitar el modelo estadounidense, al que muchas veces, ni siquiera entiende.  Esto sucede gracias a la aridez de productos y servicios diseñados para ellos. En medio de esta perdida de identidad programática, no hay espacio para el respeto por la tierra, por la cultura ni por el país: todo lo que huela, parezca y sepa a México, pertenece a la “proble”, los “nacos”, etc.

Esta programación mercantil es aun peor que aquella que manipula a las masas en los Estados Unidos, porque allá, la manipulación solo les cancela derechos e ingresos a la clase media, en cambio aquí, a esa erosión, hay que añadir el robo de la identidad cultural, y con ello generar la desesperanza, la crítica de todo lo que puede generar cultura y educación, pilares del desarrollo social que conllevan a una mejor economía.  Nuestros jóvenes no hallan el beneficio de estudiar en la UNAM, en el IPN o en las universidades e institutos tecnológicos locales.  Siempre hay una suerte de desconfianza, de sospecha acerca de la calidad educativa por no parecerse al modelo extranjero y entonces, si ya todo está mal, qué importa que la educación la tenga secuestrada un ser tan despreciable como la cínica Elba Esther Gordillo o la presidencia, el pelagatos ignorante de Enrique Peña Nieto...

Y ya en este punto, para qué donar tiempo para mejorar la sociedad y el entorno, si es un entorno que despreciamos porque no se parece a la realidad que nos vende la programación mercantil televisiva. 

Es urgente que la sociedad empiece a exigir el alto al dispendio incontrolable de la clase política ignorante, ineficiente y criminal, y así mismo que el gobierno preste sus servicios con la alta calidad que sus ridículamente altos sueldos demandan. Un alto a la corrupción y a la venta de la sangre de inocentes.

Pero es importante recuperar la identidad cultural y social: Estados Unidos no es el paraíso ni su sociedad nuestro modelo. México no es ese infierno habitado por “la prole” y su “mal gusto”. Es importante empezar hoy a rescatarnos.