viernes, 27 de diciembre de 2013

La diáspora del consumo

Con todo respeto y admiración para los parientes y amigos que me honran con su compañía en el ciberespacio.

Por Eduardo Corona

Cerramos un año más.  Los mexicanos de la diáspora celebramos como podemos: cocinamos nuestros platos tradicionales, hacemos llamadas internacionales, abarrotamos las redes sociales. Los que tienen la suerte de tener a su familia, o al menos parte de ella, se abrazan a la cultura de los fuertes lazos familiares. Otros menos afortunados evocan sus tiempos felices en casa a través de una conversación cibernetica, telefónica o epistolar.

Es la epoca que la mercadotécnia explota una de sus más valiosas herramientas: El "marketing" emocional. Y emocionales, como somos los Méxicanos, todo nos llega al corazón; somos un corazón henchido de amor los días que dura nuestro peregrinar decembrino que ya hasta tiene nombre: Guadalupe Reyes, que empezó como un mal chiste callejero, se volvió obligatorio en centros laborales y escuelas, y de ser un cínico mal chiste pasó a ser nuestra fecha oficial de demostración de amor y buenos deseos.

Y qué mejor manera de demostrar nuestra bondad que desviviendonos por comprar regalos, de cualquier tipo y clase, para todo lo que sea, parezca o refleje la familia que extrañamos, el consumo es desorbitante, pero para eso “andamos hasta acá”, para eso los dejamos allá o nos los trajimos, para vivir mejor, para comprar todo lo que veíamos que se compraban los más “pudientes”, se veían tan felices, o quizá, consumimos todo lo que tuvimos que dejar de comprar cuando las políticas del FMI comenzaron a destrozar la clase media: compramos y compramos, y eso nos hace sentir tan bien; nos hace sentir “pudientes”, nos hace sentir que no hemos dejado de pertenecer a la clase que nos enseñó a consumir en estas fechas.

Detrás de este “marketing” emocional está escondida la explotación de la nostalgia y de la autoestima.  Consumimos para volver a ser, o para alcanzar lo que queríamos ser y que el feroz neoliberalismo nos obstaculizó. Ese intento de sentirnos lo que no somos durante el resto del año a través de las compras refleja una baja autoestima.  El bombardeo comercial nos dice que si no compramos somos malos o estúpidos, que si no consumimos ciertas marcas podemos considerarnos un rotundo fracaso, un perdedor. Especialmente en estas fechas, que se habla de bondad, amor, amistad, paz, etc., nuestro valor está dado por lo que consumimos, y no por la bondad, amor, amistad, paz, etc.


¡Vaya contradicción! Consumimos para recuperar la autoestima que el monstruoso sistema neoliberal nos arrebató, y con ello lo fortalecemos. Y aun peor, consumimos para demostrar nuestra bondad, amor, amistad, etc. porque esas virtudes no tienen ningún valor si no van acompañanadas de un buen obsequio. Por cierto entre más cara la marca que regalamos, más virtudes demostramos…

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo contigo, esta sociedad nos ha llevado a consumir marcas para sentir que tenemos status, para sentir que somos valiosos, cuando el verdadero valor esta dentro de nosotros. Gracias genial artículo.

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