Por Eduardo Corona
“Los negocios chuecos son los más derechos” reza cierto refran de los muchos que suelen describir las relaciones criminales entre mafiosos o políticos… cada vez menos diferenciados unos de otros.
Sin embargo, el que esta frasesita sea tan usada entre la clase política refleja una verdad irrefutable; los políticos saben más de negocios “chuecos” que de política, de aquello por lo que perciben descomunales e insultantes sueldos pagado por aquellos que se parten el alma trabajando todos los días de sol a sol con cada vez menos esperanza de que el salario devengado sea suficiente para cubrir las necesidades elementales.
Y es que en una alianza de negocios “chuecos” o “derechos”, lo que cuenta en percibir ganancias, sin importar ideologías ni opiniones personales. Por más que el socio participante en un proyecto o negocio, no esté de acuerdo con el resto de los socios, tenderá a guardarse sus desacuerdos y hasta rivalidades con tal de obtener su porcentaje de las ganacias del negocio.
Esto vuelve a las asociaciones delictivas, políticas o empresariales (de nuevo la diferencia es cada vez más borrosa) en organismos extraoridnariamente resistentes para aguantar los embates de los antagonistas, y elásticos para adaptarse rápidamente a casi cualquier situación. Lo importante aquí será siempre el acceso a las ganancias...
Cabe destacar por aquí, que en la visión clásica empresarial, y ahora neoliberal, el único motor, combustible y cemento que mueve y cohesiona esos organizmos delictivo-político-empresariales es ni más ni menos que el dinero; las ganancias. No hay, para ellos, contrato ilegal, trato abusivo, malversación de fondos, agresión a los derechos humanos, no existe ninguna conducta inmoral, antiética, deshumanizante o criminal que no sea válido con tal de obtener el preciado trofeo del dinero.
El que tiene dinero, tiene prestigio, poder, el capital hace a los monstruos bonitos, y a los criminales, hombres de respeto. “Un politico pobre, es un pobre político”, repiten los criminales, con creciente orgullo de las ganancias que les producen sus fechorias, y el lucimiento de su botin “en sociedad”.
Por otra parte, el luchador social, el ser humano de limpia participación cívica, no puede unirse ni reunirse con sus iguales, porque, fiel a la pureza de sus ideales, siempre existe un desacuerdo que estorba, un antagonismo insoportable, por pequeño que sea, que le permita alcanzar las elevadas metas de defensa de la humanidad.
Así entre oposición y division interna es muy dificil avanzar. Por eso no se pueden construir proyectos nacionales honestos porque mientras estamos peleando como cocinar el pastel los cerdos neoliberales, ya lo cocinaron, lo adornaron se lo comieron, etc. etc.
Lo que debemos hacer ahora es incorporar aquellas herramientas de resistencia y flexibilidad en la busqueda de bienestar y combinarlas con la ética en el reparto de la riqueza generada. Mohamed Yunus le llama negocio social, en Brásil he escuchado que le llaman economía solidaria… cualquiera que sea su nombre (no empecemos la discusión de nuevo) es importante tomar en cuenta que la política es una herramienta que se puede flexibilizar con las prácticas éticas de neogocios, estás son: la responsabilidad social, para repartir justamente la riqueza generada; la sencibilidad ecológica, para no seguir depauperando los recursos de las futuras generaciones, y el ético crecimiento económico, para generar esa riqueza necesaria para la subsistencia. Esta esquema de resultados también es llamado el triple balance de resultados en la actividad comercial.
¿Estamos listos para convertir la política en una empresa social, para expulsar de las instituciones a los insaciables neoliberales?
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